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La mujer inventada, el refugio del macho, el descanso del guerrero.
El “ teatro de variedades” parte de un mal concepto libertino, donde el cuerpo se muestra como mercancía, para el disfrute del ojo masculino.
Las plumas y abalorios son una reminiscencia de las cortesanas palaciegas de la antigüedad rescatadas para el espectáculo popular.
Las referencias sexuales son explicitas, pero siempre desde la sumisión femenina al placer masculino.
El público es habitualmente de avanzada edad, de clases medio-bajas instruidos en la cultura del disfrute de la mujer como mercancía.
La maquina propagandista burguesa ha suministrado un ideario de promoción social:
La mujer proveniente de las clases populares, asciende en el estamento social mediante la adquisición de un estatus de “vedette” o primera estrella del espectáculo, para luego ser “retirada” por un admirador acaudalado, ascendiendo al “cielo de los ricos”.

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